sábado, 27 de junio de 2009

REMEMBRANDO SENDEROS

Hace pocos días tuve el agrado de encontrarme con un amigo, nacido en un agradable municipio de nuestro hermoso Departamento (sección territorial que se asemeja a un estado o provincia) de nuestro país Colombia, que me hizo recordar un poema que nació allí y que hoy quiero compartir con ustedes esperando la presencia de Tirso Gonzalez entre los lectores. No quiero pecar por engreído pero me gustaría conocer sus comentarios.
ÉTER PABLINO

Conocí un sacro lugar
no cualquier punto geográfico
allí disfruté tú aire inspirado
capté vibraciones circundantes
percibí el sonido de la pluma
acaricié la frescura de tus letras.
No, no fue en Chile
sucedió en una vereda lejana
el sino me arrastró allí
las gentes esperaban al gobernante,
sin esperarlo allí apareció
su presencia inundó el espacio
aquella sirena declamó
arrobó al auditorio
intenté, pero no pude escapar
los demás desaparecieron
solo era ella…
su voz arrullaba
gráciles manos danzantes
se movían al compás armonioso
de la palabra de su cuerpo.

Después disertaciones empalagosos
oradores de ocasión
los manteles se ocuparon
las viandas volaron
ceremonias anodinas
todos elogiaron su calidad
solo yo digería el aire impregnado de versos
abandonados flotando allí en el eter.
La luna desalojó al astro rey
apareció mi amiga noche vestida de estrellas
veleidosa la electricidad
se despidió para buscar amante
perseguida por su lujuria.
El jolgorio no quiso vencimiento
la música flotaba cristalina
se introducía en mi cerebro
escapada de un tocadiscos
cuya energía brotaba
del romance con las pilas;
la luz tenuemente despedida
de llamitas atadas a las velas
centelleaban en los danzantes,
sombras irreverentes
reflejadas en las paredes
se movían en exótico desden.
La penumbra fue cómplice
nos colocó una cita
allí en un rincón
las palabras se represaban.
¿En que momento se rompió el dique?
Ello no nos importó
nos invitamos a bailar
los cuerpos distantes
hablamos, emergió la poesía
nos acercamos quedamente
adosando sus labios a mi oído
fue desgranando uno a uno
“Los veinte poemas de amor”
la música la adobaba
ondas sonoras acariciaban mi cerebro
palabras fluían en mis venas
pulmones casi paralizados
las personas desaparecieron
nuestros pies no percibían el suelo
las horas desfilaron
pasaron sin notarse...
¿Ella lo disfruto?
Es la incógnita…

No era Temuco
pero si similar soplo
idénticas vibraciones
¿El papel? Mi canal auditivo
¿La pluma? Su boca
¿Lugar? Vereda Santa Rosa
¿Municipio? Coper
¿Departamento? Boyacá
¿Nombre de la sirena?
Se ha borrado
¿Su rostro?
Siempre fue difuso
su voz se extravió
¿Querer encontrarla?
Si sus ojos pasean ansiosos
las líneas de este escrito;
es posible la esperanza.
Ha desfilado tranquilo
más de un cuarto de siglo
mi mente aun recrea
ese sacro lugar
donde por labios femeninos
inmerso disfruté
la ambrosía difundida
en moléculas danzantes
del éter pablino.

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